En una granja vertical, podemos proporcionar a las plantas que cultivamos un clima muy similar al clima original propio de su hábitat. Por ejemplo, a las espinacas les gusta el frío, sobre todo al principio de su ciclo de crecimiento, y podemos preparar el clima para proporcionárselo. En cambio, a la albahaca le gusta el calor porque es una planta tropical. Algunas especies crecen mejor a una temperatura de unos 28°C. A algunas plantas les gusta una larga noche de sueño, mientras que otras crecen bien con un largo día de luz. Cada cultivo tiene sus propios requisitos climáticos.
Crear el clima ideal no siempre significa seleccionar lo que es bueno para la planta; a veces se trata de lo que es bueno para el consumidor. Por ejemplo, cultivar la lechuga de hoja de roble roja en un clima y con unos ajustes de luces LED para cultivo que sea buena para el desarrollo de la planta no necesariamente dará como resultado la lechuga de color rojo intenso que se obtiene al cultivarla en el exterior. En campo abierto, la lechuga se encuentra con diversos cambios ambientales que se interpretan como "factores de estrés", como la radiación UV o los grandes cambios de temperatura. Estos factores hacen que la lechuga produzca un pigmento protector (antocianina) que le otorga su coloración roja.
Este "estrés" no es ni bueno ni malo para la planta: es simplemente la forma en que la planta ha evolucionado para sobrevivir a los distintos cambios climáticos de la naturaleza. En este caso, el mecanismo de supervivencia de la planta es bueno para el consumidor, que está acostumbrado a ver una lechuga con pigmento rojo y no aceptaría una variedad de lechuga de hoja de roble roja de color verde, por ejemplo. Y se supone que también es saludable.
En una granja vertical podemos crear las condiciones climáticas y de iluminación específicas que imitan el entorno natural en el que se desarrolla un cultivo para obtener los mejores resultados. En el caso de la lechuga de hoja de roble roja, podemos incluso simular los cambios ambientales que sufre para que la planta produzca los característicos pigmentos fotoprotectores por los que es conocida.