La gastronomía es una parte esencial de nuestra cultura, gran parte de nuestras actividades de ocio se desarrollan en torno a ella. Salimos a cenar con los amigos, nos vamos de tapas o pintxos y cada reunión familiar termina alrededor de una mesa con comida. El momento de la comida, no es un trámite nutricional, disfrutamos con ella y la convertimos en protagonista del momento.
Los bares y restaurantes son espacios imprescindibles para que esta actividad pueda darse fuera de los hogares. Su principal objetivo es la comida, pero antes de que el cliente se siente en la mesa, debe desear entrar y después quedarse a consumir. Para ello la iluminación juega un papel fundamental y debemos mimarla al detalle; ya que condiciona el comportamiento de las personas, transmite sensaciones, estados de ánimo e influirá en la experiencia del consumidor de forma positiva o negativa.
Una buena imagen exterior es tan importante como la gráfica del menú o el color de las paredes. Es la primera impresión de nosotros que tendrá el cliente. Por lo tanto la puerta y el rótulo deben ser coherentes con la imagen del local, la comida que ofrecemos y el público objetivo al que deseamos atraer. Debe seducir, invitar a entrar, sugerir calidez y dar sensación de confort. Para ello, debemos cuidar la temperatura de color, bañando suavemente la fachada y evitando fogonazos.